miércoles, 28 de diciembre de 2016

Mapa de las lecturas de este año


Aquí van mis descubrimientos de este año. En mi cabeza tiene forma de mapa, porque suelo leer por temas o por hilos de libros que me llevan a otros libros. Por eso algunos aparecen ordenados dentro de grupos y la mayoría no han sido publicados en 2016. Ojalá os dé alguna que otra pista interesante.




- Humboldt, Thoreau y los transcendentalistas americanos. Me resulta difícil describir lo que significa Thoreau para mí. Le leo desde varios años y siempre que acabo un libro suyo tengo la misma sensación: un enorme consuelo. En medio de la devastación que supone nuestra vida cotidiana, creo que es lo mejor que se puede decir de un autor. Un maestro, sin duda. Este año, además, mis investigaciones autodidactas sobre el territorio y sus luchas me han llevado a indagar sobre los transcendentalistas americanos. Quizá Thoreau sea el más representativo del movimiento, pero autores como Emerson, William Morris, Mary Louis Alcott o Whalt Whitman también pertenecieron a él. Leí "Canto a mí mismo", de Whitman, muy lejos de casa y cuando necesitaba toda la luz que emanaba el libro, y allí estaba, en el suelo de un bar. Después llego Alexander Von Humboldt y la enorme biografía que ha escrito Andrea Wulf (Taurus, 2016). Humboldt es una figura inabarcable, grandiosa. Inventó el concepto de ecosistema y la idea de que todos los elementos de la naturaleza están profundamente interrelacionados; fue un feroz antiesclavista y antirracista en un momento en que los científicos proclamaban la superioridad de la raza blanca; antecedió las ideas sobre el cambio climático y sobre las consecuencias de la intervención humana en la naturaleza; dio a Darwin las claves para que desarrollase "El origen de las especies"; viajó incansablemente hasta el fin de sus días; empujó literalmente a Simón Bolívar a la insurrección contra los españoles; catalogó más de 2.000 especies vegetales que en Europa eran desconocidas y dio cuenta de la existencia de la corriente marina que hoy lleva su nombre (aunque se enfadó enormemente cuando la llamaron así porque decía que los pescadores de la zona ya sabían que existía hace siglos). 

- Nawal Al- Saadawi, Annie Ernaux y Silvia Plath. Este año he leído también "Mujer en punto cero", "La mujer helada" y "La campana de cristal". Los tres son libros parecidos en muchos sentidos, sobre todo porque los tres novelan experiencias reales de sus autoras. Todas ellas vivencias devastadoras, aunque en épocas y lugares muy distintos. "Mujer en punto cero" (Horas y horas, 1994) es el relato de una mujer que va a ser ejecutada la mañana siguiente y decide contarle a Al-Saadawi, que entonces era psiquiatra en ese centro penitenciario, cómo ha sido su vida y por qué ha hecho lo que ha hecho. "La mujer helada" (Cabaret Voltaire, 2016) relata la vida cotidiana de la autora, marcada por la violencia que significa ser mujer en la Francia contemporánea. No es una violencia explícita, no hay grandes agresiones, sino un enorme agujero vacío, un profundo desgarro. Lloré mucho con ella, es uno de los libros que más me ha afectado de todos los que he leído este año. "La campana de cristal" (Edhasa, 2015) se centra más en la violencia institucional, en los electroshocks y los tratamientos psiquiátricos. Algo que podría parecer lejano pero que no lo es ni mucho menos, basta con echarle un vistazo a los protocolos de contención involuntaria que se utilizan hoy en día.

- Laberintos cerebrales. En este apartado hay dos ensayos clave y una serie de relatos. Los ensayos son el colosal "Ciclonopedia" (Materia Oscura, 2016), del autor iraní Reza Negarestani, y el salvaje "Homo Tenius" (Gasmask, 2016), de Francisco Jota-Pérez. Son dos libros difíciles de describir, "Cyclonopedia" es un tratado de demonología de la antigua asiria, pero también pero también un ensayo sobre el petróleo, un falso diario, un libro sobre lingüística, un manifiesto con las claves del terrorismo yihadista. “Homo tenius” trata sobre la infiltración de las leyendas urbanas en nuestro subconsciente, sobre qué es exactamente eso que llamamos Realidad, sobre las hipersticiones y la forma en que las profecías culturales acaban cumpliéndose. Los relatos que también se incluyen en este apartado son los que conforman la serie creada por Damián Cordones: "Humanos de raza gris", "Fractal", "Lugar baldío en cabeza humana" y "Submania", todos autoeditados. Los cuatro textos forman parte de un único universo, algo que podríamos situar en algún rincón podrido de nuestro bulbo raquídeo. Personajes que están encerrados en edificios perdidos, pero sobre todo en el interior de su propia cabeza, y geografías desoladoras tanto dentro como fuera de la piel. Una rareza y una maravilla.



- Shirley Jackson y Carlton Melick. Uno de los libros que más he disfrutado este año ha sido "Siempre hemos vivido en el castillo" (Minúscula, 2012), un pequeño cuento victoriano profundamente oscuro y perturbador pero también a veces infantil y tierno. Magia, envenenamientos, retorcidas relaciones familiares, casas que arden, paranoia, asesinatos. En cierto sentido me ha recordado a "La casa de las arenas movedizas", de Carlton Melick (Orciny Press, 2016). La trama no tiene puntos en común, pero los dos libros comparten esa atmósfera enormemente opresiva y a la vez esa mirada inocente e infantil que hace todavía más enfermiza la pestilencia que impregna toda la historia. 

- Viajes en el tiempo y el espacio. El lugar en el que más tiempo he pasado dentro del mapa de lecturas de este año ha sido en Marte. La trilogía completa son aproximadamente unas 2.400 páginas y en ellas se narra toda la odisea de la conquista de Marte desde la llegada de los primeros colonos. A medida que lo vas leyendo, tienes la sensación de que Kim Stanley Robinson ha escrito mucho más que una novela, que de alguna manera ha conseguido saber cómo va a desarrollarse la conquista del planeta. Jorge Fernández Gonzalo no lo ha incluido dentro de su "Guía perversa del viajero en el tiempo" (Sans Soleil, 2016), pero probablemente debería. En todo caso, su Guía es una auténtica pasada. Si sois capaces de imaginaros a Zizek conduciendo el DeLorean tendréis una primera aproximación a este ensayo, pero el texto es mucho más: Derrida, El planeta de los simios, Terminator, Foucault, Regreso al futuro, Doce monos, crotopías, uncrocías, revoluciones. 

- Virginia Wolf. No os voy a decir nada que no sepáis sobre Virginia Woolf, pero no había leído nada de ella hasta este año y por fin he saldado esa cuenta. Elegí "Orlando" y disfruté cada una de sus páginas. "Orlando" es la historia de alguien vive cinco siglos como hombre y como mujer, sin dejar de ser la misma persona. Woolf consigue tratar temas como la sexualidad femenina, la homosexualidad, la transexualidad o el papel de la mujer en la sociedad con un punto de vista irónico, creando una sátira de todo lo que la rodea. 

- Patrick Harpur. En Harpur me he encontrado un autor enormemente lúcido, un guía capaz de guiarnos por el fondo del precipicio. Si "Realidad daimónica" es bueno, "El fuego secreto de los filósofos" y "La tradición oculta del alma" son deslumbrantes. Enormemente profundo, Harpur ha construido una obra erudita y fascinante, una especie de lámpara capaz de iluminar recovecos oscuros del interior de nuestro cerebro. Todos han sido editados en castellano por Atalanta. 




- Edward Abbey. La lectura de "El solitario del desierto" (Capitán Swing, 2016) está muy relacionada con el estudio de las luchas en torno al territorio de las que hablaba al principio, pero he decidido ponerlo de forma independiente por lo que ha representado para mí Abbey en estos últimos años. Como Thoureau, Abbey también es un maestro, una especie de consejero al que vuelvo cada vez que necesito encontrar el norte de nuevo. Entre los dos autores hay muchas más similitudes de los que parece: más allá de sus escritos sobre paseos invernales y pájaros, Thoureau también es el rabioso antiesclavista, el hombre que prefiere entrar en la cárcel a realizar algo que considera injusto, el que llama a la desobediencia y la resistencia frente a la autoridad y la tiranía. Y ahí se encuentra con Abbey, una especie de vaquero ácrata que va cargado con unas tenazas para permitir que los búfalos pasen por sus antiguos caminos migratorios. Si "La banda de la tenaza" era bueno, "El solitario del desierto" es aún mejor porque Abbey abandona la ficción para contar, con su mirada irónica y mordaz, los meses que pasó en medio del desierto. 

- Poesía. He dejado para el final la poesía porque para mí representa un territorio propio, un lugar al que vuelvo una y otra vez. Este año he leído auténticas maravillas. Quizá la mejor de todas ellas, por lo que representa, sea el "Suicidio y el canto" (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 2002), una recopilación de los poemas orales compuestos por las mujeres de la etnia pastún en Afganistán. En ellos hablan de su deseo erótico, de los cuerpos de sus amantes, de la violencia que sufren, del suicidio y el llanto. Pero también se ríen de los maridos con los que las han casado, se burlan de que no puedan satisfacerlas por ser demasiado jóvenes o demasiado viejos, de que no enteren de las entradas nocturnas del amante en la alcoba. Una auténtica maravilla, a ratos divertido y ratos enormemente triste y cruel. Otro descubrimiento de este año ha sido "Nuevo nacimiento", de la poeta iraní Forugh Farrozjad (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 2004). Farraj construye una poética desoladora y hermosa, sencilla y a la ver enormemente rica en simbolismo. Este año ha sido además el año de "La paciencia de los árboles" (LeTour, 2015), de María Sotomayor, que he leído cuatro veces ya; "El nombre de los hombres" (Baile del sol, 2016), de Juan Cruz López; "Tuscumbia", de Lola Nieto (Harpo, 2016), "El tísico bolchevique", de Giovanni Collazos (Ruleta Rusa, 2016), y"Mono", de Marco Antonio Raya (Garúa, 2016).  "Mono" y "Tuscumbia" suponen la construcción de un universo propio, extraño y deslumbrante. "El nombre de los hombres" y "El tísico bolchevique", en cambio, son obras exuberantes, cargadas de referencias y enormemente ricas. Cualquiera de ellas es una auténtica pasada. 


miércoles, 30 de marzo de 2016

El tísico bolchevique




Ayer volví a leer el nuevo poemario de Gio, "El tísico bolchevique". Lo había leído cuando era solo un manuscrito, pero ayer lo leí por fin editado. Gio es mi amigo desde hace muchos años, así que no voy a fingir que esto es una reseña objetiva y seria. Simplemente es un intento de poner por escrito algunas sensaciones que me producen sus poemas. Me cuesta explicar la poesía de forma racional, así que he anotado en un cuadernos las imágenes que se me venían a la cabeza cuando leía el poemario. Las he transcrito abajo, al lado de los versos exactos que las produjeron:

- Fuegos artificiales explotando en un túnel: "gimiendo yedras para espantar esta oscuridad/la soberana del fuego en el añil de su vientre nube/ de cada baile de cada quiebre en sus movimientos de oriente/ donde se posa cada hijo del sol para dar saltos de vida entre sus piernas".

- Un comando terrorista entrando en la RAE y ejecutando a sus miembros letra por letra: "Cultivo constelaciones parecidas a las libélulas de tu clítoris/ mientras muero de frío púnico bajo el sol incorruptible del ocaso/ ¿dónde velcro sudoroso de nuestros azares?/ ¿dónde hoguera y su tumba atrincherada?"

-Un jardín de enredaderas: "llegaste abierta como hectárea de jazmines/ y en espontánea trenza tus labios astillaron mi piel/ los días seguían a la izquierda y fuimos dos zurdos con todos sus despojos".

- Soldados adolescentes asaltando el Palacio de Invierno: "la palabra revolución desgastada en pequeños burgueses que tiemblan núbiles/ y mis ganas de ser tu fusil predilecto sin cierzo que nos cale".

- Un incendio hecho con libros de instrucciones. "Me rajo amenazante en ese campo minado de tus entrañas/ tanto colonialismo con prolongaciones de muslos/ tanto criollo muerto acabó en tu caldera"

- Ciervos corriendo por el Ministerio de Justicia: "Quiero que enciendas la luz para que veas a mi argonauta quebrarte el vellocino, mancharte los pechos con la zarza de mi desierto, poner mi lengua en tu aserradero hasta secar mi garganta. Quiero escribir un poema hasta hacerte correr en estampida".


No sé si las imágenes hacen justicia a los poemas, supongo que en otras cabezas provocarán otros efectos. Lo que sí sé es que Gio es la hostia de buen poeta. Sus poemas son cálidos y eróticos y políticos y relucientes. En ellos el lenguaje provoca pequeñas explosiones y todo tiembla después de leer el poema porque las palabras ya no significan lo mismo. Leedle si podéis porque Gio es capaz de hacer poemas jodidamente hermosos, y las cosas hermosas son cada vez más escasas. 

miércoles, 20 de enero de 2016

De la estancia de August Strindberg en el infierno.

[August Strindberg y sus hijos, 1912]



En un momento difícil de precisar entre 1894 y 1895, August Strindberg destroza el retrato de su hija pequeña en medio de fuertes alucinaciones y delirios. Con una extraña meticulosidad, clava diminutos alfileres en los ojos y la boca de la fotografía y escribe sobre ella varias palabras ininteligibles con una caligrafía caótica y torturada. Después, se pincha un dedo con uno de los alfileres y deja caer varias gotas de sangre sobre el retrato de la niña. Por último, lo lanza a la chimenea, donde lo ve consumirse durante unos segundos. La voz que le ha ido susurrando al oído los pasos que debía seguir parece complacida. Strindberg se tumba sobre la cama tapándose los oídos con las manos y le grita a la voz que se calle en medio de un delirio cada vez más oscuro. Al cabo de unos minutos, consigue que las voces que hay en su cabeza se callen, pero no se marcharán. Nunca más le abandonarán.

En los días siguientes, la magia negra que ha efectuado sobre su hija de apenas cinco años no parecerá tener ningún efecto. La carta que espera Strindberg de su segunda mujer, Frida Uhl, contándole que la hija que tienen en común ha contraído una enfermedad nunca llegará, y el escritor olvidará pronto lo sucedido. Sin embargo, unas semanas más tarde, Strindberg recibe una larga carta de dos de los hijos de su primer matrimonio. En ella, los niños le cuentan que acaban de volver de una larga convalecencia en el hospital, donde habían sido ingresados debido a una extraña enfermedad infecciosa que los médicos no habían podido identificar. Se recuperarán de la enfermedad sin aparentes secuelas, aunque desde entonces arrastrarán una densa y oscura sombra que irá siempre con ellos. A partir de ese momento, Greta y Hans comenzarán a exhibir la misma mirada cruel y alucinada de su padre en todas las fotografías que se tomen de ellos. Como si en vez de prestar atención al fotógrafo, estuviesen escuchando algún extraño susurro que los demás no eran capaces de oír. Como si en vez de mirar al objetivo, estuviesen observando atentamente a la persona que mira la fotografía.


De hecho, Strindberg sentirá temor de sus hijos a partir de entonces, y se negará a fotografiarlos con su propia cámara. El escritor poseía una cámara de fabricación propia cuya lente estaba sin pulir para captar mejor el alma de la persona fotografiada, que de esta forma quedaba impregnada en el negativo. Aunque existen varios retratos de sus hijos, se cree que solo uno de ellos fue hecho con la cámara de Strindberg. La fotografía, tomada un año antes del fallecimiento del escritor, fue hecha con ocasión de la reunión de sus tres hijos en la casa donde residía Strindberg, cuya salud se encontraba ya muy deteriorada. En un lateral puede verse la figura algo difuminada del escritor, con una expresión de pánico y turbación en el rostro. Los dos lugares del centro los ocupan dos hijos del primer matrimonio, que en el momento en que fue tomada la fotografía ya eran adultos. Completando el retrato se encuentra la hija menor de Strindberg, llamada Kerstin. Su expresión parece tranquila, pero las de los dos hermanos mayores resultan profundamente perturbadoras. Como mirar la fotografía de un cadáver o de un enfermo a punto de morir. Como mirar el retrato de alguien que carece de alma. 


Visiones y locura

A lo largo de su vida, Strindberg atravesará profundas crisis psicológicas.  Las visiones y los delirios que acompañarán cada una de ellas harán que se le diagnostique de esquizofrenia y manía persecutoria, pero se negará a recibir tratamiento. Para él, el diagnóstico no será más que una muestra del complot que sus enemigos traman contra él, y mantendrá esta opinión incluso en los periodos de mayor lucidez Strindberg estaba convencido de que varios individuos con conocimientos  sobre el funcionamiento de la electricidad le acechaban e intentaban hacerle enfermar. Obsesionado con esta idea, se cambiará de residencia en numerosas ocasiones, a veces abandonando su estancia en mitad de la noche. Creía que sus enemigos aprovechaban sus ausencias para colocar campos electromagnéticos en los alrededores de su vivienda, con el objetivo de que se viese expuesto permanentemente a sus efectos negativos. Objetos como una valla metálica puesta recientemente en el jardín de al lado o unos cables de telégrafos mal colocados hacían estallar los delirios de Strindberg, que caía así en profundas crisis alucinatorias.

“Lo que aumenta mi turbación es el evidente cambio que se ha efectuado en la habitación vecina a la mía. Para comenzar, han colgado una manta en el cuarto, evidentemente para ocultar alguna cosa. Sobre la campana de la chimenea han sido colocados montones de placas metálicas se parados por traviesas de madera. Sobre cada montón puede verse un álbum fotográfico o un libro cualquiera, puestos allí, evidentemente, para dar un aire de inocencia a esos infernales artefactos a los que quiero llamar acumuladores. Por añadidura, distingo a dos obreros encaramados en un tejado de la calle Censier, justo frente a mi habitación. No puedo distinguir lo que están haciendo, pero señalan mi ventana mientras manejan objetos que no puedo discernir” (Inferno, August Strindberg)
Estas alucinaciones provocarán que desconfíe de todos los que le rodean, incluidos sus familiares y amigos más cercanos. Para Strindberg, los consejos de que visite a un médico y las negativas a tomarse en serio sus alucinaciones serán una prueba más de la participación de sus allegados en el complot que se urdía contra él, lo que le llevará a un aislamiento cada vez más profundo. La única persona con la que logrará establecer un vínculo estrecho será con su hija menor, probablemente el único ser al que Strindberg se sentirá unido. Aunque la magia negra no había tenido efectos sobre ella, el escritor arrastrará durante toda su vida la culpa por haber deseado que enfermase, e intentará aliviar ese sentimiento volcándose en su paternidad, sobre todo durante la primera infancia de la niña. El periodo que el escritor pasa junto a ella en el pueblo donde reside es uno de los más tranquilos de su vida, tanto por la acción beneficiosa del vínculo con la niña como por el descubrimiento del visionario Emanuel Swedenborg. A partir de este momento, la mística de Swedenborg se convertirá en una de las piezas centrales del pensamiento de Strindberg, ya que en él encontrará la explicación de su enfermedad:

“Todo lo que me había sucedido lo encuentro en Swedenborg: angustias, opresión pectoral, fuertes palpitaciones del corazón, lo que yo llamaba cinturón eléctrico, todo está allí, y el conjunto d estos fenómenos constituye la purificación espiritual” (Inferno, August Strindberg)


Alquimia y mística

A partir de la lectura de Swedenborg, Strindberg creerá haber encontrado una explicación a las obsesiones que le persiguen desde hace tiempo. Hasta entonces no había podido explicarse las razones de su persecución ni las causas de que sus enemigos tratasen de dañarle, pero la lectura de los textos de Swdenborg le hará creer que se trata de pruebas que debe superar para conseguir una purificación espiritual. Los enemigos que le persiguen no son más que la manifestación física de potencias que buscan obstaculizar  su desarrollo espiritual. Strindberg se verá a sí mismo como un visionario, como alguien que ha sido capaz de vislumbrar el otro lado y conoce sus secretos. Ello le hará especialmente vulnerable a los ataques de las potencias del mal, que perseguían con especial virulencia a aquellos que pueden acceder a conocimientos no revelados. Strindberg creía que poseía este conocimiento gracias a la práctica de la alquimia, a la que entregó durante largos periodos de su vida. En su pequeña habitación del Barrio Latino, en París, poseía un auténtico laboratorio químico en el que trabajaba durante días, sin ni siquiera acordarse de comer o dormir. Gracias a sus experimentos, consiguió demostrar algunas teorías de la Química que hasta entonces no habían sido probadas, y algunas de sus publicaciones en revistas científicas tuvieron una gran divulgación. Sin embargo, para Strindberg estos descubrimientos no tenían ningún valor. Más que una disciplina científica, la alquimia era un camino espiritual. Lo que buscaban los alquimistas era la esencia del alma humana:

“Las almas, quiero decir los cuerpos desmaterializados, permanecían flotando en el aire, lo cual me llevó a intentar aprehenderlos y analizarlos. Provisto de un pequeño frasco lleno de acetato de plomo líquido, emprendo esta caza de almas, quiero decir de cuerpos, y apretando el frasco destapado en mi mano cerrada me paseo como un cazador de pájaros liberado del trabajo de atraer a su presa. En mi casa, filtro el abundante precipitado y lo coloco bajo el microscopio.” (Inferno, August Strindberg)
La explicación de sus obsesiones proporcionó a Strindberg un periodo de cierta tranquilidad, aunque la enfermedad mental nunca le abandonaría. Las fotografías de sus últimos años de vida muestran un deterioro progresivo en el escritor, tanto física como psicológicamente. La mirada de Strindberg será cada vez más febril y alucinada. Como si la fotografía mostrase a una persona sin alma. Como si el retratado, en vez de mirar al objetivo, estuviese mirando a la persona que observa la fotografía. Como si nos estuviese mirando a nosotros. 



[este artículo fue publicado originalmente en el fanzine Radiante Porvenir]

lunes, 28 de diciembre de 2015

Mis libros de este año


Este año ha sido bastante duro en lo personal y he leído menos que el pasado. Aun así, 96 libros en total en los que prima el ensayo, porque sigo escribiendo el mío. No suelo leer muchas novedades porque la mayoría de los libros los consigo en la biblioteca y porque leo de forma bastante caótica, saltando de unos temas a otros o guiándome por casualidades, por recomendaciones o por libros que aparecen en otros libros. Así que en esta lista no están las mejores publicaciones de este año, sino simplemente los libros que más me han gustado, sean del año que sean. Hay muchos libros que se han quedado sin leer por falta de pasta o tiempo, pero en algún momento caerán. En cuanto a editoriales, hay muchas distintas, la mayoría pequeñas o independientes. Por cantidad de libros que he leído de cada una, este año ganan Cabaret Voltaire, Pepitas de Calabaza, Acantilado y la Felguera aunque también he leído varios de Anagrama, La Garúa, La Bella Varsovia, Alpha Decay, Capitán Swing y Virus. Los libros no están ordenados según me hayan gustado más o menos, el orden es aleatorio. 




1. La hidra de la revolución, Peter Linebaugh y Marcus Rediker (Crítica, 2005). Entre los siglos XVI y XVIII, el capitalismo se impuso como sistema económico dejando millones de cadáveres a su paso. Fueron los años de las fábricas penitenciarias, de la expropiación de las tierras comunales, de los ejércitos de mendigos que vagaban de una ciudad a otra, de los ahorcamientos diarios por robar unos peniques, del tráfico de esclavos, de la masacre colonial. Pero también fueron dos siglos y medio de resistencia, de lucha continuada contra la nueva forma de dominación. Rebeliones de esclavos, sectas que no creían en la propiedad privada, motines de marineros, revueltas urbanas protagonizadas por mendigos, iluminados que hablaban del fin del trabajo, levantamientos campesinos contra los cercados, niveladores que creían que ningún hombre estaba por encima del otro. Esa es la historia que cuenta este libro, la historia de los colonos que se marcharon a vivir con los indios, de los esclavos que huían y creaban sus propias ciudades en el interior de la selva, de los marineros irlandeses que llevaban las noticias de la revolución de un mar a otro, de todos aquellos que hicieron que esos dos siglos y medio fuesen una pesadilla para comerciantes de esclavos, políticos y dueños de fábricas. Una auténtica pasada de libro.

2. La necesidad del ateísmo y otros escritos de combate. P.B Shelley (Pepitas de Calabaza, 2015). El libro recoge muchos de los textos políticos del poeta romántico, además de alguno de sus poemas. Extremo, radical y apasionado, Shelley escribió y vivió a contracorriente, defendiendo causas como el amor libre o el vegetarianismo que entonces parecían los delirios de un loco. Posiblemente su obra no se conoce tanto por aquí como la de Byron o Blake, pero merece mucho la pena. 

3. La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937, Chris Ealham (Alianza, 2005). Este año he leído decenas de libros sobre urbanismo y luchas urbanas, pero este es sin duda el mejor de todos. No importa que no te interese especialmente ese tema, Ealham cuenta una historia apasionante sobre cómo el proletariado barcelonés se hizo con el control de la ciudad durante el primer tercio del siglo XX, y cómo se la disputaron: las autoridades centrales que luchaban para disciplinar la ciudad, los nacionalistas que buscaban convertirla en la capital de Cataluña, los industriales locales que necesitaban obreros domesticados, las clases medias que querían democratizarla. 

4. El pan a secas, Mohamed Chukri (Cabaret Voltaire, 2013). Chukri es uno de mis descubrimientos de este año. Un libro durísimo, pero a la vez muy hermoso y que transcurre en un Marruecos muy alejado tanto de nuestras fantasías orientalistas como de nuestros prejuicios.

5. La ciudad horizontal, Stefano Portelli (Bellaterra, 2015). Otro de los ensayos sobre urbanismo que me han alucinado este año. Portelli cuenta la historia del barrio de Bon Pastor, en Barcelona, durante los años en que se comenzaron a derribar las casas baratas, entre 2002 y 2012. Un barrio con una historia repleta de marginalidad y exclusión pero también el lugar donde se resguardaron Durruti o Sabaté cuando fueron perseguidos, con una tradición de lucha muy viva que volvió a despertar cuando llegaron las excavadoras del ayuntamiento. Sin caer en mitificaciones, Portelli cuenta la historia del barrio y de sus resistencia, sin dejar de hablar de todas las aristas de la lucha, de los que no quisieron participar, de los que tenían otras razones, de los que se rindieron.

6. El papel de tapiz amarillo, Charlotte Perkins Gilman (Lumen, 2001). Un relato breve, de apenas treinta páginas en la edición que yo escogí, pero capaz de hablar de la locura, la maternidad, el matrimonio, la dominación, la soledad. Brillante su forma de mantener la tensión, de irte empujando a la espiral cada vez más oscura en que cae la protagonista. 

7. Últimos poemas, Nâzin Hikmet. (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2000). Otro de los descubrimientos de este año. Una maravilla que llevaban recomendándome un tiempo y que al final me animé a leer. Me he quedado con ganas de leer más títulos de esta editorial, que ha hecho una labor impresionante de selección y traducción de autores del este y de Oriente Medio.

8. El cordero carnívoro, Agustín Gómez Arcos (Cabaret Voltaire, 2007). Me habían recomendado varias veces a Agustín Gómez Arcos, pero hasta este año no me había animado a coger una novela suya de la biblioteca. "El cordero carnívoro" cuenta la relación de dos hermanos en el contexto de la posguerra, aunque el escenario solo aparece para hacer todavía más asfixiante el encierro del protagonista en la casa familiar. Incesto, homosexualidad, dolor, maternidades difíciles, relaciones de clase complicadas, belleza. 

9. Pasaje a las dehesas de invierno, Francisco Jota-Pérez (Esdrújula, 2015). Siempre me resulta enormemente complicado hablar de los libros de Jota-Pérez. Puedo decir que "Pasaje" está protagonizado por una fisioterapeuta que reseña hoteles para una página turística y que se dedica a dar palizas a viandantes con un grupo llamado La Jauría, pero no sería justo. "Pasaje" es mucho más, es una especie de código encriptado que se instala en algún lugar de tu cerebro, una especie de texto revelado con una lectura más superficial pero también otra más profunda que se revela en el momento preciso. En "Pasaje" hay ocultismo, trascendencia, abismos, identidades de género, psicogeografía, alucinación, duelo, luto y muchas cosas más. No sé, leedlo. 

10. La universidad blanca, Ismael Belda (La Palma, 2015). Este año no he leído mucha poesía, se me han quedado pendientes un montón de libros que me gustaría haber leído. De los pocos a los que he echado mano, me ha gustado mucho "La universidad blanca", el primer poemario de Ismael Belda. También "La edad de merecer", de Berta García Faet, "Tenían la belleza del salvaje" en prosa poética y escrito por Dara Scully y " Los estómagos", de Luna Miguel. Publicados el año pasado pero que yo he leído este, me han gustado "Alambres", de Lola Nieto, "El silencio de las bestias", de Unai Velasco, "La mujer cíclica" de Laia López Manrique y "La última tormenta", de Álex Portero. 

11. Portugal: ¿la revolución imposible?, Phil Mailer (Klinamen, 2015). Mailer se encontraba en Lisboa por casualidad cuando se produjo el estallido revolucionario que acabaríamos conociendo como la Revolución de los Claveles. Todos tenemos en la retina la imagen de los militares con flores en los cañones de las armas, pero eso fue solo un momento puntual en el trascurso de más de dos años de intensa lucha de clases que incluyó huelgas, asambleas y pulsos constantes a la dictadura. A medio camino entre el ensayo y la crónica personal, Mailer cuenta cómo vivió la revolución desde dentro pero a la vez con la perspectiva de quien no es de allí. Muy, muy recomendable. 

jueves, 19 de noviembre de 2015

Los que duermen bajo la tierra


Si los que duermen bajo la tierra alguna vez hablaron, sin duda lo hicieron así:






[Lectura y música de Marco Antonio Raya Ruiz.
 Poema incluido en el libro "Las canciones de los durmientes" (La Garúa, 2015)]

domingo, 4 de octubre de 2015

Cadena alimenticia






Aunque nos parezcan muertos y horribles, los zombis tienen una vida interior rica y plena. Lo descubrí pocos días después de que me encerraran en esta celda, la C-348. El encargado de traerme la comida comenzó a dejarme libros junto al plato. La mayoría de ellos tenían frases subrayadas y anotaciones a lápiz en los bordes. Al principio pensé que quería mandarme un mensaje, pero luego me di cuenta de que simplemente eran sus reflexiones. Mi carcelero compartía su biblioteca conmigo, seleccionaba para mí los libros que creía que me podían gustar. La vacuna no había conseguido restablecerles la capacidad de articular las palabras correctamente, pero podían comunicarse por escrito igual que nosotros. Quizá aquella dificultad para hablar fue lo que hizo que les subestimásemos. Cuando se dieron los primeros casos de canibalismo después de la vacunación masiva no nos preocupamos demasiado. Simplemente pensamos que no había funcionado. Aquellos seres seguían intentando alimentarse de restos humanos y seguían siendo incapaces de hablar o razonar. Tuvieron que pasar unos meses para que nos diésemos cuenta de que los efectos tardaban en manifestarse. Para entonces ya era demasiado tarde. El ser humano había dejado de estar en la cima de la cadena alimenticia. A veces pienso en ello. Supongo que aquí no hay mucho más en lo que pensar. Hoy ha venido el médico a verme. Me ha dejado unas pastillas nuevas sobre la mesa, parecen vitaminas. Quieren que el bebé nazca sano y grande. Quizá debería empezar a llamarlos crías, para que me diese menos pena separarme de ellos. El médico me ha dado unas palmadas en la cabeza. Creo que están contentos conmigo. 




[La primera frase de este microrrelato pertenece a la escritora norteamericana Lisa Tuttle. Forma parte de una especie de juego en el que escritoras de ciencia ficción comenzaban un relato y tenías que continuarlo, con una extensión máxima de trescientas palabras. Así quedó el mío]