lunes, 31 de marzo de 2014

algo así como un homenaje a Miguel Hernández




El sábado pasado fue el aniversario de la muerte de Miguel Hernández. No tenía pensado escribir nada, porque por lo general no me suelen gustar este tipo de celebraciones. Me da la sensación de que solo sirven para utilizar al muerto y justificar algo con lo que esa persona ni siquiera tendría por qué estar de acuerdo. Con Hernández esperaba algo así, el típico reportaje con una visión manipulada y despolitizada de su vida y de su obra. Pero ni eso. No salió en ningún sitio, ni siquiera una breve mención. Nada. Eso me hizo pensar que quizá lo malo no era recordar la fecha exacta en la que murió, sino cómo hacerlo. Si los medios de comunicación no tienen ningún interés en Miguel Hernández es que entonces su muerte merece ser recordada por quienes no prentendemos utilizarlo para justificar nada. Por quienes seguimos sintiendo esa sensación de vértigo delante de sus poemas, a pesar de haberlos leído decenas de veces. 

Para mí Miguel Hernández significa muchas cosas. He elegido dos, pero podrían ser otras. 

Mi padre. Mi padre se sacó el graduado escolar de adulto, yendo a una escuela nocturna después de trabajar diez horas en una planta de reciclaje. Recuerdo verle hacer los deberes, yo debía de tener unos ocho o nueve años. Para la clase de lengua le dieron una lista de lecturas, y él eligió "Viento del pueblo". Hasta ese momento en mi casa no había muchos libros, pero a partir de entonces mi padre se convirtió en un buen lector. Se hizo el carné de la biblioteca y me lo hizo a mí. Lo primero que sacó fue el primer tomo de "El señor de los anillos", y disfrutó como un niño. Se leyó todo lo que había de Tolkien y se compró los libros, que pasaron a ocupar el lugar de honor de la estantería, junto al de Miguel Hernández. Para mí entonces la poesía no tenía ningún interés, me gustaban mucho más los resúmenes que mi padre me hacía de "El señor de los anillos". Pero con diecisiete años cogí "Viento del pueblo" de la estantería. Estaba subrayado en varios colores y anotado por todos lados. Había exclamaciones, flechas, palabras circuladas, citas, frases escritas por los márgenes. Entonces comprendí lo que había significado aquel libro para mi padre. Lo leí aquella misma noche. Fue la segunda vez que lloré con un libro. La primera había sido con "Los santos inocentes", que era la historia de mi abuelo. Pero aquella era la historia de mi padre. Y lo entendí.

Mi primera casa. Me fui de casa a los diecinueve años. Trabajaba en una biblioteca media jornada, pero aquella era un piso familiar, así que podía permitírmelo. Yo solo tenía que pagar las facturas y la comida, pero no el alquiler. Me divertí mucho en aquella casa. Venían muchos amigos y se quedaba a dormir mucha gente, casi nunca estaba sola. Hacíamos ciclos de cine freak, jugábamos a la consola hasta que se nos desprendían las retinas y discutíamos de política durante horas. Una noche no había nadie y me puse a pintar las paredes. En un lateral del salón escribí los cuatro primeros versos de "Viento del pueblo", que llevaban obsesionándome dos años. Durante todo el tiempo que viví en aquella casa los veía cada día y siempre me hacían sonreír. Curiosamente, encima de la puerta de entrada al salón escribí unos versos de Octavio Paz, del que hoy se celebran cien años de su nacimiento: "Pensamientos en guerra/ quieren romper mi frente". Hoy esos versos me persiguen más que los de Hernández, pero esa es otra historia.

3 comentarios:

  1. No se que decir... no creo que haya mejor homenaje a Her andez que este, con verdadero sentimiento y significado profundo... no he leido viento del pueblo pero ahora mismo deseo hacerlo :)
    Un homenaje genial, de verdad.

    Un abrazo!

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  2. Gracias Layla. Yo tambien voy a ver si consigo Vientos del Pueblo , mientras mi frente aguanta.

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  3. Muy hermosa entrada.

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